Notas sobre las luces y sombras de la megalópolis Night City.
Estética. La propuesta ciberpunk de CD Projekt se asienta en un despliegue visual cohesivo y sólido. Este aspecto además ha recorrido un camino interesante, desde aquella Night City ingrávida, errática y dubitativa que pudimos ver en la primerísima versión de consola en su lanzamiento, hasta la homogeneidad con la que todos sus elementos visuales quedan organizados bajo una dirección artística eficaz en la aventura que se puede disfrutar a día de hoy. Hay una letanía que resuena incesante, como un flagelo de penitencia y que, presentada desde el mismo tutorial, se expande y atraviesa todos los aspectos, en forma y fondo, del juego: “la estética lo es todo”. Una letanía, un resuello, a la que se aferran tanto los habitantes de Night City, desesperados por significarse a base de cambiar partes de sus cuerpo por implantes cibernéticos, como la propia Night City, un complejo sólido y visualmente apabullante capaz por sí mismo de mantenernos pegados al asfalto durante horas, como un atractivo y emborronado telón de fondo. Estética también es discurso, es mecanismo ideológico, es transmisión de información desde un determinado posicionamiento y desde este punto de vista Cyberpunk 2077 es total y absolutamente transparente en su conservadurismo y su falta de imaginación adolescente.
Pose. La intención estética del juego se centra en ofrecer una especie de compendio de lo que común y erróneamente se califica como obra madura o adulta, donde la inmensa mayoría de imágenes o reclamos son de índole sexual. Así, atravesamos una ciudad entera en la que cada anuncio, cada elemento publicitario, cada imagen expuesta en los luminosos o marquesinas contiene referencias sexuales, que pueden ser más o menos explícitas, pero que están ahí, como un monotema imperturbable. La presencia monolítica y grotesca del sexo en este intento de construir una sociedad distópica aleja a Cyberpunk 2077 de la literatura de género para acercarlo a la visión gamer del videojuego como el pasatiempo inane que determinado tipo de público se empeña en reclamar como el único legítimo. Esta concatenación de imágenes sexuales, presentadas sin reflexión o mensaje alguno, responde más a una necesidad de validación externa que a la propia necesidad de la obra de contar por sí misma algo interesante. Este rasgo pueril permea incluso en las historias que se viven y en los personajes que las protagonizan, todos ellos amordazados por esa especie de pose de videoclip de “clubes nocturnos, bailar, beber, fumar y follar”, porque el juego asume que esto es lo que hace “adulta” a una obra.
Destello. 1. m. Acción de destellar. 2. m. Resplandor vivo y efímero, ráfaga de luz que se enciende y amengua o apaga casi instantáneamente. No sólo las luces (y las sombras) de Night City, como fenómeno físico, son definitorias de la experiencia de jugar a Cyberpunk 2077. Hay destellos de buenas ideas y buena escritura agazapados en los rincones, que despuntan de forma intermitente e impredecible. Bajo una dirección más o menos conservadora en relación a los estándares a los que apunta el juego, no son pocos los momentos de rebeldía narrativa —esa que se sale del molde de lo esperado— que se afanan en ofrecer ese algo más, eso que al final es lo que permanece; una determinada estampa en un lugar insólito, una escena hermosa y reveladora, momentos de inesperada carga emocional o unas líneas de diálogo especialmente inspiradas. Cyberpunk 2077 está atravesado por destellos brillantes que respiran entrecortadamente bajo la carcasa impuesta desde arriba, asomando por sus rendijas, mientras cabe preguntarse si eso es suficiente.