Los chicos dorados del infierno mediterráneo

Homoerotismo postpandémico

Pensábamos que la pandemia y el confinamiento iban a afectar profundamente a nuestras vidas, que iban a cambiar para siempre ciertos hábitos sociales y, sin embargo, aquellos meses de encierro, noticias horribles e incertidumbre han quedado atrás como una sombra, como un borrón informe al que ya no apetece demasiado mirar. Es probable, también, que el encierro no nos haya afectado a todos de la misma manera. Meses de confinamiento y restricciones quizá no hayan dejado la misma huella en una persona adulta que en un joven o un adolescente. Un paréntesis que, quizá, ha tenido un impacto muy específico en alguien que con 20 años ha tenido que poner en modo de espera su vida social o, al menos, cambiar drásticamente sus hábitos. Una edad crítica en la que el tiempo pasa despacio, pero se vive deprisa, con esa urgencia por beberse los días (y las noches) y exprimirlos al máximo dilatando en una eternidad la dorada juventud.

Mediterranea Inferno nos habla desde ahí. Es una obra que nace directamente del trauma generacional y nos narra, mediante un fastuoso despliegue audiovisual y una escritura vibrante y afilada, los traumas de sus tres jovencísimos protagonistas y cómo cada uno lidia con la sensación de tiempo perdido en un momento crucial de sus vidas y de la formación de su identidad. Claudio, Andrea y Mida forman una Santa Trinidad, una entidad mitológica tricéfala, un triunvirato de fuerzas que tan pronto fluyen en armonía como colisionan en conflicto. Cada uno de ellos encarna una fuerza respectivamente: la identidad, la sociabilidad y el poder. Los tres chicos, que anteriormente eran conocidos como I Ragazzi del Sole en las tumultuosas noches de Milán, se reúnen después de la pandemia para pasar unos días de verano en Puglia, en la casa del difunto abuelo de Claudio.

Mediterranea Inferno es el segundo trabajo del desarrollador italiano Lorenzo Redaelli, autor de Milky Way Prince: The Vampire Star, y es también su segunda novela visual. Con una dirección artística impecable, Mediterranea Inferno nos arrastra por un viaje visual onírico y surrealista que exuda violencia, sensualidad y homoerotismo, todo ello imbricado en simbología católica. El trabajo visual es sobresaliente, con unas composiciones muy ricas que combinan todo tipo de texturas, de color y movimiento, subrayando así la pasión y la naturaleza conflictiva de las inquietudes que mueven a cada uno de los personajes.

En este verano pospandémico tendremos que acompañar a Claudio, Andrea y Mida en su intento por recuperar una amistad que se ha deteriorado con el tiempo, decidiendo qué actividades hacer. No todas gustarán por igual a los chicos, así que en nuestra mano está contentar a Andrea eligiendo pasar la tarde en una playa atestada de gente o en una discoteca que sacie su sed de cuerpos; a Mida, decantándonos por algún plan más íntimo y solitario; o a Claudio, que agradecerá pasear por el cementerio en el que descansan sus ancestros o por el mercado de artesanías de su pueblo. Cada iteración está atravesada por Espejismos, secuencias oníricas únicas para cada personaje que se disparan al consumir una misteriosa fruta. Estas secuencias explorarán de manera más profunda sus miedos, sus sueños rotos, sus anhelos y sus deseos más ocultos. Son viajes lisérgicos que suponen todo un deleite audiovisual y narrativo y sirven para profundizar en la psicología de cada uno de los chicos. Tendremos, eso sí, que pensar bien qué camino tomamos, ya que no hay suficientes frutas Espejismo para todos. Al final de las vacaciones, solo uno de ellos, el que acumule más Espejismos, podrá ascender al Paraíso. Con esta estructura la rejugabilidad no solo apetece, sino que es imprescindible si queremos ver las distintas ascensiones o finales del juego.

El título de Lorenzo Redaelli es una obra generacional con una voz autoral potentísima que nos habla sobre traumas muy concretos de una parte de la población (los jóvenes, siempre los jóvenes) a la que nunca preguntamos nada pero que tiene mucho que decir y necesita ser escuchada. A través de las heridas de sus tres protagonistas, en un momento muy específico de la historia reciente y de sus vidas, se exploran temas universales con una visión única y valiosísima. La pérdida de la identidad, o la propia búsqueda de esa identidad mirando hacia un pasado que se glorifica y se idealiza. La necesidad de validación a través del sexo o de la influencia sobre los demás. Las pasiones y los deseos más cuestionables, que pueden hacernos cometer auténticas atrocidades. Mediterranea Inferno es un viaje alucinante, violento, hermoso y muy humano, y una de las experiencias más interesantes que hemos podido disfrutar en un año excepcional para los videojuegos.

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